Desde el Parking: una vista panorámica de Ponce y su importancia en las letras puertorriqueñas actuales.
A Pedro Pietri, in memoriam.
Por Jorge David Capiello-Ortiz1
I. Ponce es Ponce
Durante algún tiempo de mi temprana adolescencia dediqué algunos años a coleccionar monedas de acuñación local. Nombres o denominaciones como token, fanega, almudes, riles (transformación del vocablo reales), moneda provincial y macuquina fueron haciéndose comunes en el vocabulario de un numismático en ciernes. Así finalmente aparecía una palabra muy en boca de todo ponceño y de la que el sólo hecho de ser mentada es signo inequívoco e irrefutable de ponceñidad. Me refiero a la palabra ficha. Quienes hayan pasado por la experiencia de pagar algún menudeo como cambio fuera de Ponce sabrá de lo que hablamos.
El término llega hasta nuestros días como resultado de la prolífica actividad económica de finales de siglo XIX y fue utilizado como generalización para nombrar una pieza de cambio comúnmente acuñada en metal y sin valor facial. En sí, no se trataba de una moneda sino de un tipo de token al que se le asignaba un valor para señalar el crédito o los tantos adquiridos como parte de un servicio o trabajo. Considerando que haciendas como La Carmelita, Mercedita, El Semil, Constancia, Buena Vista, Cortada y La Esperanza (y toda la actividad económica que iba desde la Central Aguirre, pasando por Mercedita y Cambalache hasta la Central de Guánica) tenían como foco mercantil el muelle de Ponce, érase de esperar que la palabra sobreviviera el paso de los años.
Ahora bien, ¿qué tiene de pertinente todo esto respecto a la invitación de Cieba para que escribiera sobre los escritores ponceños de esta última década? La contestación reside en el hecho de que hablar de la importancia de Ponce en cualquier renglón de la vida isleña (incluida su literatura), al igual que decir ficha, no es sino una de las tantas maneras en las que para un ponceño, ¡Ponce es Ponce!
Por otra parte, entender el desarrollo cultural, artístico y literario de la llamada Ciudad Señorial conlleva aceptar que el mismo ha estado estrechamente ligado al ámbito económico. Como resultado del incremento en el precio de la caña de azúcar, a mediados del siglo XIX, no sólo es inaugurado el Teatro La Perla (1862), segundo de mayor escala en Puerto Rico, sino que también aparece el primer banco nativo de la Isla, el Banco de Crédito y Ahorro Ponceño. Ponce tendría una vida cultural y económica tal que le permitiría acercarse a las grandes ciudades del mundo, y lo demuestra con alardes cuando en el 1882 celebra lo que hoy se conoce como La Feria Exposición de Ponce. Dicha exposición se da dentro del ámbito de lo que para la Europa del momento representó la Belle Époque y que estuvo marcada por una serie de ferias en donde los países de mayor progreso mostraban al mundo sus adelantos técnicos, artísticos y culturales. Algunas de estas exposiciones lo fueron The Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations (o Gran Exhibición de Inglaterra, 1851), La Exhibición de París en el Palais d’Índustrie (1855) y La Exposición Universal de París (1878), dedicada a la agricultura, artes e industria.
Dicho todo lo anterior, entender a Ponce como una ciudad de vanguardia tanto industrial como cultural, no sólo en el marco local sino caribeño, no le parecerá difícil al lector. La multiplicidad de estilos arquitectónicos que aún hoy se observa es sólo una pequeña muestra del intercambio cultural que se establecía desde Ponce con el resto del mundo. De igual manera, tanto nuestra literatura como sus múltiples temas y maneras de representar nuestro devenir como sociedad así lo evidencian. Algunos de los nombres de escritores que engalanan nuestro catálogo lo son: Federico Degetau (1862-1914), Washington Lloréns (1899-1989), César Andreu Iglesias (1915-1976), Iris M. Zavala (1936), Rosario Ferré (1938), Carmen Lugo Filippi (1940), Pedro Pietri (1944-2004), Magaly Quiñones (1945) y Elizám Escobar (1948
Dado que lo que nos ocupa es la importancia de los recientes escritores de La Perla del Sur en la literatura puertorriqueña, no iré al detalle con cada uno de los antes mencionados. Aún así, antes de pasar a los escritores más recientes, cabe destacar algunos aspectos sobre tres figuras específicas que, al menos, constituyen instancias literarias pocas veces consideradas en nuestras letras.
II. Revis(it)ando Ponce: Washington Lloréns, Rosario Ferré y Pedro Pietri
Washington Lloréns2
En su última visita a la isla, durante el Festival de la Palabra 2010, el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique dictó una conferencia magistral dedicada al tema del humor en las letras universales. Éste señaló que, la ausencia o poca atención dada a la literatura de tono humorístico en Hispanoamérica, se debía en gran medida al tratamiento casi exclusivo, por parte de nuestros escritores y de la crítica literaria, de un nacionalismo solipsista y angustiado. De esta manera, abordar el periodo fundacional, y posterior desarrollo de nuestras letras como literaturas nacionales (así como su prolongación prácticamente hasta la década del 60 en el caso de Puerto Rico), no sólo conlleva atender su necesaria función dentro de un contexto histórico postcolonial, sino aceptar el adverso efecto de haber reducido los registros discursivos propios a la maduración de una conciencia nacional y literaria.
En ese sentido, una figura como la de Washington Lloréns, resulta enigmática. En palabras del escritor y ex Juez Superior del Distrito de Ponce, Ramón A. Gadea Picó,
Washington Lloréns es hoy nuestro más ático y perfecto humorista. […] El va por la vida del brazo del humor –sí, señores, seriote y adusto como parece, con su pipa de Sherlock Holmes literario– quizá, como dijo W. Fernández Flores, en su discurso de recepción de la Academia Española, en 1945, “su humor se coge del brazo de su vida” para acompañarlo siempre. A mi modo de ver, el “humor” […] de Washington Lloréns es uno de sus más preciados tributos. (sic)3
Su obra en general es reflejo de ese carácter jovial y de su interés por el humor como motivo literario. Incluso, el 13 de junio de 1958, dicta una conferencia en el Instituto de Cultura Puertorriqueña completamente dedicada al tema y que luego fue publicada bajo el título, El humorismo, el epigrama y la sátira en la literatura puertorriqueña.4 En ésta, Lloréns recoge una muestra de cuarenta y nueve escritores en verso y prosa de tenor humorista y satírico. Además, deja como documento una lista por pueblos con un total de 104 periódicos y revistas de tono satírico, humorista o festivo.5 Sin duda, títulos como Catorce pecados de humor y una vida descabellada (1959), y Diez pecados de humor (1977) dejan, según Josefina Rivera de Álvarez, una:
dirección [que] viene a desembocar con frecuencia en el decir ingenioso tocado de buen humor, rasgo éste de su manera de escribir que se da con manifestación más densa, amparado en la sustancia temática misma y por ella realzado. […] literatura expresiva de buen humor e intención crítico-burlesca o irónica, apreciable a través de buena parte de la obra total.6
Es decir que, no sólo deja un registro o documento sobre la riqueza de nuestras letras puertorriqueñas respecto del humor, sino que, su obra misma enriquece una instancia de nuestro acervo literario muchas veces ignorada por el canon. No conforme con esto, es Washington Lloréns quien, con La rebelión de los átomos (1960), inicia en Puerto Rico la narrativa de ciencia ficción, otro de los tantos registros dejados de lado por la crítica. Rivera de Álvarez dirá que se trata de “una cuentística de asunto científico, saturada del dramatismo que se desprende de la vida en la era del átomo, terreno en el que corresponde a Lloréns el mérito de ser iniciador en nuestras letras”;7 terreno que, habría que añadir, permaneció sin cultivarse por casi 35 años hasta la aparición de las Historias tremendas e Historia atroces de Pedro Cabiya. Actualmente, La incertidumbre del ser8 (la investigación más completa sobre la obra de éste último) pertenece a una también ponceña, Cynthia Morales Boscio, pero lamentablemente no menciona ni establece ningún tipo de relación entre Cabiya y Lloréns. Aún así, merece destacarse que, dentro de nuestra literatura, nadie como Washington Lloréns había aportado un corpus literario, indistintamente del genero, cuya unidad tonal y estilística fuera el humor; ni uno que diera atención a la ciencia ficción como capital temático-literario.
Rosario Ferré9
Otra figura emblemática para la literatura de origen ponceño, lo es Rosario Ferre. No se puede hablar de un nuevo canon literario boricua sin que su nombre salte a la consideración tanto del lector como del estudioso de nuestras letras.
Referirnos a un nuevo canon trae consigo una serie de discusiones que por el momento no son del interés que nos mueve. Aún así, algo mínimo habría que hablar dado que, como se mencionara antes, ha sido primordialmente por causa de un nacionalismo cultural (que constituyó el núcleo duro de la producción literaria hasta los 70) que se da lo que hemos identificado como la reducción o empobrecimiento de los registros discursivos propios a la maduración de una conciencia en términos literarios.
Juan Gelpí, en su libro Literatura y paternalismo en Puerto Rico (2005), texto que se ha convertido en el corpus teórico más visitado por los estudiosos de la literatura puertorriqueña de la segunda mitad del siglo XX, plantea que:
Dos escritores de los últimos cincuenta años compendian la trayectoria del nacionalismo cultural: Antonio S. Pedreira y René Marquéz, quienes representan respectivamente la consolidación y la crisis de ese discurso. En el caso de Puerto Rico, el nacionalismo cultural se puede ver como manifestación de un discurso paternalista más abarcador que se origina en el siglo XIX, muy ligado a una clase social –la de los hacendados– y, en el campo letrado, a la figura de Salvador Brau.10
Esto nos deja una serie de relaciones y representaciones de la sociedad puertorriqueña en la que se asume una cartografía jerarquizada de “superiores” y “subordinados” y donde una clase social letrada, blanca y hacendada quedaba favorecida. Por lo demás, aquellos “subordinados”, que obviamente no pertenecían ni cabían dentro de las categorías antes expuestas, quedarían sometidos, venidos a menos; en fin, infantilizados. Al menos, así sería en principio. Con el tiempo, ese juego (dentro del cual la apuesta lleva implicada la dilución del sujeto subordinado), iba añadiendo a las categorías ya mencionadas (letrados, blancos y hacendados) una serie de requisitos entre los cuales ser hombre y reproducir el discurso del nacionalismo cultural serían parte fundamental de las reglas.
En ese sentido, con la aparición de obras como Papeles de Pandora (1979) y Maldito Amor (1987), aunque Ferré promueve una valoración no sexualizada, aporta no sólo la voz feminista más poderosa de nuestra narrativa, sino una voz que trastoca aquel orden representado por el nacionalismo cultural poniendo en evidencia que se trata, después de todo, de un orden patriarcal. Este giro discursivo cobra importancia, más que nada, porque cuestiona un orden que comenzará a ser repensado desde otros espacios. Si bien es cierto que, por una parte, es Ferré quien primero cuestiona la burguesía boricua desde la burguesía misma, no menos importante resulta el detalle de que lo haya hecho desde su posición de mujer. Los escritores setentistas (marco dentro del cual se encuadra su obra), más que la quejumbre pequeño-burguesa de una clase venida a menos, encontraban en el feminismo, la homosexualidad y la marginación social, otros discursos desde los cuales “ser” puertorriqueños sería tanto más real que la ficción de un pueblo, en palabras de Aurea María Sotomayor, “proveniente de la fantasía colectiva masculina”.11
Pedro Pietri12
En lo personal, hablar de Pedro Pietri, necesariamente impone dejar de lado por un momento las formalidades propias de la academia. Lo conocí en octubre del 2003 junto a Miguel Algarín, Jesús “Papoleto” Meléndez, Dylcia Pagán y Elizam Escobar (ex presos políticos los últimos dos). Si algo hay menos acertado que hablar de la NBA sin mencionar a Michael Jordan, es hablar de los poetas “nuyoricans” sin mencionar a “El Reverendo”, como se hacía llamar, Pedro Pietri. En la edición bilingüe de Puerto Rican Obituary, éste se presenta de la siguiente manera:
Born in Ponce, cuando el mundo was 55 years younger than it is today [1944]. Killed in Vietnam fighting for el wrong side. Helped america lose it’s primer war! Came back to life en el Puerto Rican Obituary, el first and ultimo poema I wrote after refusing to stay dead and muerto, also. Entered el teatro through el exit with el sign que decía “No Exit”, porque the poem nunca dice lo que dice, el poema always says what it doesn’t say, and that es un threat to National security, as being a Nuyorican expressing yourself in espanglish is a threat to los powers que be putting us down[…].13
Lo primero que habría que señalar es que, si la lucha contra un orden patriarcal rescataba para los setentistas las voces del feminismo, la homosexualidad, la prostitución y, en general, de la marginalidad social; para los “nuyoricans”, la lucha contra el rechazo y prejuicio sufridos por el boricua en Nueva York, rescataba en la figura de Pedro las voces de una diáspora convertida en clase obrera oprimida. Por otra parte, mientras la diáspora encuentra una voz de lucha contra la opresión y el prejuicio, el puertorriqueño de la Isla encuentra en Pedro una suerte de Calibán que acusa y maldice al opresor en su propia lengua. Escribir en inglés dejaba de ser un signo de pitiyanquismo para convertirse en denuncia. Así, cuando para el 1980 en su poema “A la mujer borinqueña”,14 Sandra María Esteves dice, “I speak two languages broken into each other / but my heart speaks the language of people / born in oppression”, lo que nos remite es un discurso cuyo referente encuentra origen en el Puerto Rican Obituary de Pedro Pietri.15
Otro aspecto importante, dentro de la valoración de su obra, es el hecho de que la poesía de Pietri estuvo siempre marcada por una preeminencia de la voz sobre la letra escrita. En sus palabras dirá que, “Al principio hablaba poesía; no la escribía”.16 Teatrero al fin, consciente del poder histriónico y preformativo de la voz, su poesía constituye el modelo a seguir para poetas performeros como José Raúl “Gallego” González, Guillermo Rebollo Gil, Urayoan Noel y muchos otros.
En cuanto al ámbito de lo social, en la poesía de Pedro, ese ejercicio poético, mayoritariamente público, y marcado por la oralidad, devolvía a las masas una gama de dinámicas sociales y posibilidades discursivas que las prácticas privadas de la lectura habían vuelto exclusivas de una clase social reducida. En ese sentido, el performance devolvía a la comunidad un ágora como núcleo generador de categorías identitarias y dinámicas de cohesión social, donde dilucidar asuntos socio-políticos de la comunidad en medio de su particular contexto histórico y cultural.17
III. Agrandar el Parking
La importancia de Ponce, o más bien de sus autores, para la literatura puertorriqueña de hoy queda evidenciada con la valoración de los escritores mencionados. Aún así, algo habría que hablar del panorama y de los actores más recientes.
Uno de los logros más recientes en el ámbito de la narrativa puertorriqueña, y que adquiere importancia internacional, lo ha sido la publicación de la novela Nuestra señora de la noche18 (finalista del Premio Primavera de Novela 2006 de Espasa Calpe) de Mayra Santos Febres. En la misma su autora rescata al personaje de Isabel “La Negra” Luberza Oppenheimer y nuevamente trae al mapa literario la Ciudad Señorial. Pero más allá de Ponce y su gente como motivo literario, el panorama actual sigue teniendo una participación activa de ponceños que, de igual manera, reafirman a la Perla del Sur como una meca de producción literaria y cultural para el resto de la Isla.
Entre algunas de esas figuras que han tenido una marcada participación en el panorama literario de la última década y media, se encuentran Julio César Pol19 quien, junto a este servidor, fuimos fundadores, así como director y subdirector, respectivamente, por espacio de ocho años de la Revista El Sótano 00931,20 con la que en el 2004 se le hizo frente a la queja de Julio Ortega por la supuesta falta de nuevos creadores y literatos en el país.
Cabe mencionar que dicha revista ha dejado en los últimos diez años una tirada de más de ocho números, dieciséis publicaciones editoriales de autor, tres proyectos editoriales (Revista El Sótano 00931, Sótano Editores y Ediciones Aventis), un congreso intergeneracional de poesía que reunió casi cien poetas (De Generaciones, 2003) e innumerables premiaciones a nivel nacional e internacional. Por otra parte, esta revista no sólo se muestra como la de mayor duración de la última década y media, sino como una de las de mayor proyección. Además de tener una amplia recepción en Estados Unidos, España, México, Chile y Santo Domingo, entre otros países, la misma cuenta con la participación de escritores tanto locales como internacionales. Una muestra de lo anterior lo es el reciente Número Antológico Internacional: República Dominicana / Puerto Rico (Edición Especial), que ganó el Premio Nacional de Antología 2010 del PEN Club bajo la dirección de la poeta Zuleika Pagán.
En cuanto a la literatura de temática homosexual o queer, es la figura de otro ponceño la que destaca en el panorama más actual. Ángel Antonio Ruiz Laboy21 es fundador y director del Colectivo Literario HomoerÓtica que, desde el 2009, agrupa a más de una treintena de escritores de verso y prosa de asunto gay. Sobre la valoración de su libro El tiempo de los escarabajos (2011), el Dr. Daniel Torres, profesor de Ohio University (Premio Nacional de Poesía del PEN Club de Puerto Rico 2009, entre otros reconocimientos), dirá lo siguiente:
Es ésta una poesía madura de un joven poeta, que nos entrega en su segundo libro, un verso pulido y bien pensado con los ecos de Constantino Cavafis, César Vallejo, José Lezama Lima, Severo Sarduy, Víctor Fragoso, Alfredo Villanueva Collado y Manuel Ramos Otero. Pero Ángel Antonio los retoma y los supera a todos en su propia carne hecha verbo.22
Aún así, la mayor aportación de este poeta la encontramos en su primer libro, Anzuelos y carnadas (2009),23 publicación en formato de “libro objeto”. El texto en cuestión, consta de diecisiete tarjetas, sin numerar, tamaño 81/2” x 6” y totalmente independientes entregadas en un sobre. Esto plantea aspectos teóricos sobre la posición del autor y el oficio de la escritura. De estas tarjetas, catorce son poemas que, en cierto sentido, invitan a ser barajados restando total importancia al orden de los mismos. Así el juego invita al cuestionamiento del libro en cuanto unidad orgánica; cuando no, a cuestionar al ojo editorial que si bien en ocasiones funge como facilitador al momento de publicar, en otras, lo vuelve accidentado. Por otra parte, el poemario no es estrictamente de su autoría. Me explico: el libro lleva como firmantes los nombre de Ángel Antonio Ruiz y Xavier Valcárcel. Al no estar identificados los poemas con su correspondiente autor, el texto deja de ser un trabajo a dos voces para convertirse en uno a “cuatro manos” haciendo totalmente difusa la autoría de los mismos.
Estos planteamientos sobre el oficio de la escritura, a los que pudiéramos llamar metapoéticos por el carácter autoconsciente de esta poesía en tanto factura de arte, conforman una de las tendencias más marcadas de esta reciente camada de poetas ponceños. En el caso de Julio Cesar Pol, una evidente preferencia por el minimalismo en La luz necesaria24 (su primer libro) y en Edición Mínima25 (antología de microcuento y micropoesía dirigida por el autor) nos lleva a lo que Frederic Jameson, en Teoría de la postmodernidad,26 identificara como una desmonumentalización tanto de la obra como de la figura del autor. Por su parte, en Casquillos (2008)27 (segundo libro de poesía de este servidor), a ese minimalismo, además de un tono humorístico (en ocasiones cínico), se añadirá una tachadura al nombre del autor y a la palabra “poeta” en la portada y en la biografía. En palabras del catedrático Luis Felipe Díaz,
Consideran que hemos entrado en tiempos en los cuales los conceptos de trascendencia, sublimidad, monumentalidad e individualidad creadoras –tan importantes en la edificación de las estéticas y poéticas modernas–, se han desgastado y no merecen mayor atención. […] Frente a la revolución ideal proponen el hedonismo inmediato; prefieren el ornamento de lo kitsch y del pastiche frente a lo singular de lo memorable y el monumento.28
Precisamente otro ponceño, Federico Irizarry,29 resulta quien mejor ejemplifica todos los procedimientos antes expuestos. En su libro Kitsch (2006), haciendo uso de la estética aludida en el título de su libro, hace del ejercicio de la escritura uno de los gestos más inteligentes por diluir la aureola de grandeza que carga tanto la figura del poeta como la poesía misma. En este poemario, humor, antipoesía, cuestionamiento desenfadado del arte así como del oficio de poeta, coinciden alegremente con el ingenio, el colage y la intertextualidad desmonumentalizadora. En palabras del chileno Eduardo Asfura Insunza,
Federico Irizarry Natal ha (re)escrito su abecedario kitsch hurgando en las vidrieras de la posmodernidad y estableciendo un desenfadado diálogo con la reproducción en serie de los objetos de culto, la alteración de las categorías del arte y la desinstalación de lo canónico. Pero el alto vuelo de su poesía no debe llamar a engaño sobre la transmisión de una verdad revelada. El hablante de estos textos no codicia iluminación mayéutica alguna. Quizás apenas dar un desengañado puntapié al vaso de cicuta y permanecer cínicamente entero, pronunciándose desde la lucidez de un lenguaje de singular vitalidad y belleza.30
Para que tengamos una idea del tipo de poesía al que nos referimos, algunos ejemplos de ese ejercicio desmonumentalizador lo son los siguientes micropoemas; uno del Pol, uno de este servidor y un tercero de Federico Irizarry Natal.
Anteplagio
Para mi desgracia
los mejores pensadores
madrugan siempre
mis mejores pensamientos.
(Julio Cesar Pol, La luz necesaria, 39)
Ars(enal) de Casquillos
Todo arte forma parte de lo inútil.
Abraham Moles
Ni palabra exacta
ni pequeños dioses.
Si acaso, fulminantes de avatares
cuando no, casquillos sobre el suelo.
(J.D. Capiello, Casquillos, 37)
Ars
Entusiasmado
salí temprano en la mañana
a robarme el fuego de los dioses
pero regresé tarde y lento
fumándome un cigarrillo.
(Federico Irizarry, Kitsch, 23)
En cuanto a la más reciente narrativa producida por ponceños, tres son los escritores que merecen particular atención: Juan Lopez Bausá,31 Josué Montijo32 y Mario Santana.33 Es necesario mencionar que cada uno de estos autores cuenta, al momento, con tan sólo una publicación. Aún así, la aportación que suponen sus obras, y el interés generado por los mismos, les hace merecedores de algún comentario.
El caso de Juan López Bauzá sitúa en manos de un ponceño la reaparición de la narrativa fantástica de los últimos veinte años. Su cuento La sustituta aparece en un dossier dedicado a la nueva narrativa de Cuba y Puerto Rico publicado en el 1995 en la revista Postdata. Esto posiciona a López Bauza como precursor de un fenómeno literario que luego vería en la figura de Pedro Cabiya su máximo exponente con las publicaciones de Historias tremendas (1999) e Historias atroces (2003). Aún así, los distancia la inclinación de Cabiya por la ciencia ficción y la predilección de López Bauzá por los temas propiamente fantásticos. Habría que plantear, por consiguiente, el rol que juega la crítica literaria y problematizar la diligencia con la que asume el papel de documentar las más actuales tendencias. En ese sentido, la Dra. Rita De Maeseneer, en su ensayo El cuento puertorriqueño a finales de los noventa: sobre casas de locas en Marta Aponte Alsina y verdaderas historias en Luis López Nieves, pudiera resultar iluminador. A modo de una valoración sobre la obra de López Bauzá, esta última comenta que,
Juan López Bauzá (1966) es un cuentista muy influido por la veta fantástica. En "La entrada" de La sustituta y otros cuentos (1997), ya publicado en la antología Mal(h)ab(l)ar, se cuenta la historia de una mujer extraña que entra en un bar y abre un monedero que se lo traga todo como nuevo Moloc. Hombres, mujeres, mesas, tazas…, nada resiste a la atracción de este pequeño monedero en el que desaparecen todos como por arte de magia. En "Permutaciones para la defenestración trágica" diferentes historias aparentemente inconexas acaban relacionándose. La fuerza creadora del escritor se ilustra en una gran plasticidad y poeticidad.34
Por su parte, Josué Montijo y Mario Santana, retoman el oficio de la escritura desde distintos matices de registro realista. El primero, con una novela, El killer (2007); el segundo, con un volumen de cuentos, Secuestros de papel (2010). Con Montijo, aparece una novela a la que el autor describe como, “bastante chata al renunciar de las complejidades del lenguaje y construcción refinados, para tratar de plasmar un relato muy accesible a la experiencia de todos los que ‘jangueamos’ en las ciudades”. Revela Montijo, un interés por desaristocratizar o desmonumentalizar el lenguaje de su narrativa. En esto, nuestros escritores se acercan cada vez más, tanto en temática como en los usos del lenguaje, a los llamados escritores del realismo sucio. Así, el autor nos entrega una novela que, si bien algunos etiquetan con el calificativo de policial, otros, la verán como el victorioso inicio en Puerto Rico de lo que identifican como novela criminal.
Finalmente, es Mario Santana quien trae con sus Secuestros de papel, por partida doble, la figura del periodista experimentado que da el salto a la narrativa. Por partida o contrapartida doble, ya que Santana es el cuentista con más de veinte años de oficio periodístico que, en sus cuentos, nos entrega una colección que inicia con un periodista varado en Irak reflexionando sobre su abandonada vocación de escritor. Con Santana se enriquece una larga tradición de periodistas-literatos en la que Ponce aporta personalidades como Cesar Andreu Iglesias quien fuera fundador del semanario Claridad. Santiago Gamboa, ganador del prestigioso premio La otra orilla (2009) con su novela Necrópolis, al referirse a Secuestros de papel, comenta que, “Cualquiera de los cuentos de esta excelente colección de relatos es una prueba de solidez y autoridad: decir mucho, sugerir mundos remotos, pero con pocas palabras”.
Antes de cerrar esta sección, quisiera resaltar algunos aspectos que ya se muestran como importantes aportaciones de los escritores mencionados a nuestro acerbo literario.35 En primer lugar, rescatan el minimalismo que, si bien en Puerto Rico cuenta con exponentes como Los Noistas (vanguardia casi exclusivamente minimalista), Salvador Tío Montes de Oca, Gustavo Agrait, Arturo Gómez Costa, Julio César López, Jan Martínez o Salvador Villanueva, también es cierto que como estética había permanecido ignorada por el ojo de la crítica literaria. En segundo lugar, devuelven a las letras puertorriqueñas un registro discursivo de tono humorista en la forma de un cinismo tan lúdico como filosófico. Tercero, recuperan la antipoesía sin caer en pretensiones vanguardistas o ideologizantes para teorizar sobre el rol del poeta y la poesía desde una perspectiva ética sin dejar de lado el cuestionamiento estético. Y cuarto, hacen de la estética una poética de lo político; si se me permite, laicizada o desaristocratizada. En otras palabras (retomando aquel aspecto del nacionalismo cultural y paternalista de la oficialidad literaria), la mayor aportación de estos escritores consiste en haber superado no sólo el reduccionismo discursivo en que permaneció nuestra literatura canonizada; sino que superan a los setentistas al dejar atrás lo que algunos teóricos denuncian como un edipismo parricida, asumiendo su momento histórico, social y político desde la ingravidez, la ironía y el humor. Dirá Luis Felipe Díaz que,
Quizás estemos con estas construcciones literarias frente a noveles sujetos postedípicos, más capacitados para enfrentarse a la soledad y la incertidumbre, sin el imperativo de la gran familia y sin la autoritaria nación. […] Se diferencian, creo, estos nuevos escritores […] en no ser tan alarmistas, tan iracundos, tan apocalípticos, tan desenfrenados. Los noto más calmados, placidamente irónicos, heterogéneos, diversos, nada angustiados con las caídas de los metarrelatos nacionales y nada alarmados con las implosiones de nuestra ya tan desprestigiada modernidad.36
Ahora bien, si para el 2001, Díaz preveía con cierta reserva lo antes citado, ya, en su reciente ensayo titulado El discurso poético puertorriqueño en el umbral de fin de siglo, afirmará sin titubear que,
Lo vanguardista de los setenta queda museografiado por las nuevas sensibilidades postmodernas, contagiadas por una des-sublimación estética […] que se apodera de todos los lenguajes, de toda comunicación e información, incluida la del arte poética.37
IV. Desde el parking
Como podrá concluir el lector, hablar sobre la importancia de Ponce resulta, en gran medida, hablar de la importancia de su gente; en este caso, sus escritores. Retrotrayendo ese planteamiento a la exposición que se desarrollara al principio de este texto, verá también quien lee que, para una economía tanto material como intelectual, es necesario plantear un análisis de los factores de producción así como del producto que se obtiene de ellos. En ese sentido plantear una estabilidad económica, o (como diríamos en tiempos en que el concepto parece estar muy en boga) una economía cultural ponceña autosustentable, conlleva analizar los factores de producción cultural así como el producto que se obtiene o se espera obtener.
Mientras realizaba esta panorámica sobre la importancia de Ponce en la literatura puertorriqueña, uno de los aspectos que analizaba era la necesidad de plantear una interrogante. Esa es la interrogante sobre, ¿cuál es nuestra infraestructura cultural en la actualidad; cuál es la inversión? A no ser por quienes han suscrito su quehacer creativo y cultural al ámbito académico o docente ponceño, muchos de nuestros más destacados escritores se encuentran (y han encontrado ese reconocimiento) fuera de Ponce. Por otra parte, la situación de una huelga en el sistema UPR, única institución laica y pública de educación superior en todo el país (y por lo tanto, punta de lanza en las discusiones de vanguardia sobre la cultura), ha hecho evidente la necesidad de repensar la producción, distribución y consumo de nuestros bienes literarios más allá de la esfera académica o educativa. Decíamos antes que el desarrollo cultural, artístico y literario de la llamada Ciudad Señorial ha estado estrechamente ligado al ámbito económico. Aún así, hemos visto cómo consistentemente desaparecen nuestras librerías desde mucho antes de la crisis económica actual. Hoy Ponce cuenta con sólo una librería comercial (Palique); mientras que, en torno a la Avenida Ponce de León en Río Piedras, hay ocho en un radio de cuatro cuadras.
Más que nunca, en estos momentos tenemos que replantear el hecho de que una infraestructura cultural del pasado no puede suplantar la necesidad de restructuración en pro de unos procesos dinámicos de producción cultural. Evitar la indigencia intelectual y cultural implica sopesar, incluso, una relación necesariamente niveladora de lo que se muestra como una visión folklorista cada vez más generalizada de la cultura. Esta invitación de Ceiba es un buen comienzo; esperemos que sus ramas cobijen a muchos más. Bajo su acogedora sombra una Feria Exposición de Ponce sigue siendo una opción. Después de todo, Ponce es Ponce, aunque sus escritores lo contemplemos desde el Parking.
Notas
1. J.D. Capiello-Ortiz (Ponce, 10 de septiembre de 1974). Es profesor y director editorial de Ediciones Aventis. Obtuvo una Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Minnesota. Sus libros son Comunión Antropoética (Ed. Isla Negra, 2006) y Casquillos (Ed. Aventis, 2008). Este último fue premiado por el PEN Club de Puerto Rico como uno de los mejores libros de poesía del 2008. También fue Mención de Honor del Certamen de Cuentos 2004 de El Nuevo Día. Fue miembro fundador y subdirector de la revista El Sótano 00931. Su trabajo ha sido publicado en antologías como Poesía de Puerto Rico - Cinco décadas (1950-2000) (Ed. El Perro y la Rana, Venezuela), Hostos Review (CUNY), Los Rostros de la Hidra (Ed. Isla Negra) y revistas como Calabash (NYU), Cupey (UMET), CUADRIVIUM (UPR) y Revista de Estudios Hispánicos (UPR, RP). Su blog es: http://aventispr.blogspot.com
2. Washington Lloréns fue químico farmacéutico graduado de la Universidad de Temple, Filadelfia. Fue director de la Revista Farmacéutica, editor de la revista Alma Latina (labor por la cual recibe un premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña), miembro fundador de la Academia Puertorriqueña de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española, donde posteriormente fue designado como secretario de la Comisión de Lexicografía, director del Boletín de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico y Prensa y presidente del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Su obra publicada comprende: Críticas Profanas (1936), Un intruso en el jardín de Academo (1957), El español de Puerto Rico y la decimoctava edición del Diccionario de la Real Academia Española (1957), Catorce pecados de humor y una vida descabellada (1959), Los grandes amores del poeta Luis Lloréns Torres (1959), El humorismo, el epigrama y la sátira en la literatura puertorriqueña (1960), La rebelión de los átomos (1960), Comentarios a Refranes, modismos, locuciones de Coversao en el Batey de Ernesto Juan Fonfrias (Club de la Prensa, 1956) (1962), Dos mujeres del Quijote: la mujer de Sancho, Maritornes (1964), El habla popular de Puerto Rico (1968), Transculturacion en Puerto Rico (1969) y Diez pecados de humor (1977).
3. Lloréns, Washington. La rebelión de los átomos. Canarias: Talleres Gráficos Escelicer S.A., 1960.
4. Lloréns, Washington. El humorismo, el epigrama y la sátira en la literatura puertorriqueña. Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1960.
5. Op. Cit., págs. 50-52.
6. Rivera de Álvarez, Josefina. Diccionario de Literatura Puertorriqueña, Tomo 2/II. Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974, págs. 864 y 866.
7. Rivera de Álvarez, Josefina. Op. Cit., pág. 865.
8. Morales Boscio, Cynthia. La incertidumbre del ser: Lo fantástico y lo grotesco en la narrativa de Pedro Cabiya. Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2009.
9. Rosario Ferré es hija del ex gobernador de Puerto Rico Don Luis A. Ferré. Novelista, cuentista, poeta, ensayista y crítica literaria. Fundó la revista Zona Carga y Descarga con la que comienza, propiamente dicho, el período de la literatura posmoderna en Puerto Rico. Algunas de sus publicaciones son: Papeles de Pandora (1976), Medio pollito (1977), La caja de cristal (1978), La muñeca menor (1979), Sitio a Eros (1980), Los cuentos de Juan Bobo (1981), La mona que le pisaron la cola (1981), Fábulas de la garza desangrada (1982), El acomodador: Una lectura fantástica de Felisberto Hernández (1986) Maldito amor (1987), Sonatinas (1989), El árbol y sus sombras (1989), La cucarachita Martina (1990), Las dos Venecias (1990), El coloquio de las perras (1990), Cortázar, el romántico en su observatorio (1990), Luis A Ferré: Memorias de Ponce (1992), La batalla de las vírgenes (1993), La casa de la laguna (1996), Vecindarios Excéntricos (1998) y El vuelo del cisne (2001).
10. Gelpí, Juan G. Literatura y paternalismo en Puerto Rico (2da ed.). Puerto Rico: EDUPR (Editorial de la Universidad de Puerto Rico), 2005, pág. 11-12.
11. Sotomayor, Aurea María. De lengua, razón y cuerpo: Nueve poetas contemporáneas puertorriqueñas. Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987, pág. 65.
12. Pedro Pietri estuvo afiliado al movimiento activista puertorriqueño pro derechos civiles conocido como “Young Lords”. Es epítome del movimiento literario identificado como “nuyoricans” y fundador junto a Miguel Algarín y Miguel Piñero del Nuyoricans Poets Café. Su obra ha sido traducida al francés, alemán, ruso, holandés, indostaní y español, entre otras lenguas. Entre sus publicaciones se encuentran Puerto Rican Obituary (1973, 1977-ICP), Invisible Poetry (1979), Traffic (1980), Plays (1982), Traffic Violations (1983), Rent-A-Coffin (1983) y The Masses are Asses (1984).
13. Pietri, Pedro. Puerto Rican Obituary / Obituario Puertorriqueño (2da ed.). Puerto Rico: Isla Negra Editores, 2006, contraportada.
14. Esteves, Sandra María. Yerba Buena, Poems and Drawings. Nueva York: The Green Field Review Press, 1981.
15. Obsérvese las similitudes entre los cierres de ambos poemas: I am a Puerto Rican woman born in el barrio / Our men… they call me negra because they love me / and in turn I teach them to be strong (A la mujer borinqueña, Sandra María Esteves, 1980); Aquí Qué Pasa Power is what’s happening / Aquí to be called negrito / means to be called LOVE (Puerto Rican Obituary, Pedro Pietri, 1969).
16. López-Adorno, Pedro. Papiros de Babel: Antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York. Puerto Rico: EDUPR (Editorial de la Universidad de Puerto Rico), 1991, pág. 248.
17. Para un estudio detallado sobre la importancia de la oralidad como núcleo generador de categorías identitarias y dinámicas de cohesión social, vea el artículo Tambores humanos: oralidad, cuerpo y conocimiento. Poesía performativa y spoken word en el Caribe publicado por este servidor en CUADRIVIUM: Revista del Departamento de Español de la UPR en Humacao, Núm. 6, Año 10, Otoño 2007, págs. 89-104.
18. Santos-Febres, Mayra. Nuestra señora de la noche. España: Espasa Calpe, 2006.
19. Julio César Pol nació en agosto de 1976 en Ponce, Puerto Rico. Estudió una maestría en Economía en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Se encuentra realizando estudios doctorales en Economía en los Estados Unidos. Ha publicado cuento y poesía en revistas como El Sótano 00931 (PR, 2001), Encuentro (PR, 1997), Desde el límite (PR, 2002), Palabreiros (Brasil, 2004), Letras Salvajes (PR, 2004), Borinquen Literario (PR, 2004), Hostos Review (Nueva York, 2005), Aullido (España, 2006), Prometeo Digital (España, 2006), Los Poetas del Cinco (Chile, 2007), Baquiana (Florida, 2007). Obtuvo premios en los certámenes del ICPR Junior College, Universidad de Puerto Rico en Ponce, Universidad Politécnica de Puerto Rico, Círculo Jaime Marcano, Certamen del Círculo de Recreo de San Germán, Pen Club de Puerto Rico y el Certamen de Poesía Olga Nolla. Fue Director de la revista El Sótano 00931 y Coordinador General de los encuentros de (De)Generaciones. Es editor de la antología Los rostros de la Hidra (2008) con las casas de Isla Negra Editores y Ediciones Gaviota. Su primer libro La luz necesaria (2006) fue publicado, también, bajo el sello de Isla Negra Editores.
20. Al momento, el único y más exhaustivo estudio sobre este colectivo puede leerse en: Capiello-Ortiz, Jorge David. Las Uvas Verdes en El Sótano o la Zorra Strikes Back: Kitsch, Neokitsch y Posvanguardia en "El Sótano 00931". Puerto Rico: Revista de Estudios Hispánicos, Vol. 33, Nº 2, 2006, págs. 197-214.
21. Escritor, poeta, artista, y gestor cultural nacido en Ponce, Puerto Rico el 24 de noviembre de 1979. Graduado de Literatura Comparada de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. En el 2007 publica en Los otros cuerpos (Editorial Tiempo Nuevo) y en el 2008 en Los Rostros de la Hidra (Isla Negra Editores). En el 2009 publica Anzuelos y Carnadas, libro objeto de poesías trabajado a “cuatro manos” junto a Xavier Valcárcel. Ha colaborado en varias revistas literarias. Entre ellas, El Sótano 00931 y Boreales. Ha publicado en los periódicos El Nuevo Día y Claridad, entre otros. Es miembro fundador del Colectivo Literario Homoerótica (2009) y desde el 2005 modera el blog: http://angelantonio.blogspot.com. Su más reciente libro se titula El tiempo de los escarabajos (Erizo Editorial, 2011).
22. Ruiz Laboy, Ángel Antonio. El tiempo de los escarabajos Puerto Rico: Erizo Editorial, 2011, contraportada.
23. Ruiz Laboy, Ángel Antonio y Xavier Valcárcel. Anzuelos y Carnadas. Puerto Rico: Edición de los autores, 2009.
24. Pol, Julio César. La luz necesaria. Puerto Rico: Editorial Isla Negra, 2006.
25. Pol, Julio César (ed.). Edición Mínima, El Sótano 00931 Vol. V, Núm. II., Puerto Rico: Alim Print, 2005.
26. “para definir la naturaleza de la producción cultural contemporánea (postmoderna) […], [n]os quedamos con ese juego puro y aleatorio de significantes que llamamos postmodernidad, que ya no produce obras monumentales del tipo moderno sino que reorganiza sin cesar los fragmentos de textos preexistentes, los bloques de construcción de la antigua producción cultural y social, en un bricolaje nuevo y dignificado: metalibros que canibalizan a otros libros, metatextos que recopilan trozos de otros textos. Tal es la lógica de la postmodernidad en general.” Jameson, Fredric. Teoría de la postmodernidad. Madrid: Editorial Trotta, 1998, págs. 124 y 125.
27. Capiello-Ortiz, Jorge D. Casquillos. Puerto Rico: Ediciones Aventis, 2008.
28. Díaz, Luis Felipe. El discurso poético puertorriqueño en el umbral de fin de siglo, en: Número Antológico Internacional: República Dominicana / Puerto Rico (Irizarry Natal, Federico y Zuleika Pagán, eds.), Puerto Rico: Revista El Sótano 00931, 2009, pág. 195.
29. Federico Irizarry Natal nació en septiembre de 1972 en Ponce, Puerto Rico. Estudió su maestría en la Pontificia Universidad Católica de Ponce. Actualmente estudia su doctorado en literatura en la Universidad de Chile. Ha publicado sus escritos en el periódico Noti-Sur, Antología del círculo literario René Marqués, El Sótano 00931, Los rostros de la Hidra y Poesía de Puerto Rico - Cinco décadas (1950-2000). Ganó el primer premio de poesía novel del Ateneo de Ponce y el primer premio de poesía del periódico La nao. Fue uno de los organizadores de los encuentros de (De)Generaciones y parte de la Junta Editora de la revista El Sótano 00931.
30. Irizarry Natal, Federico. Kitsch. Puerto Rico: Editorial Isla Negra, 2006, contraportada.
31. Juan López Bauzá nace en Ponce en el 1966. Su cuento La sustituta aparece en un dossier dedicado a la nueva narrativa de Cuba y Puerto Rico de la revista Postdata (1995). Es uno de los narradores de la muestra de escritores antologados por Mayra Santo Febres en Mal(h)ab(l)ar (1997). En el 1997 gana el Certamen de Cuentos de El Nuevo Día. Su libro La sustituta y otros cuentos fue publicado por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico (1996).
32. Josué Montijo tiene una Maestría en Historia de la Universidad de Puerto Rico. En el 2006 recibió una mención honorífica del certamen de Ensayo Histórico convocado por el Ateneo por el ensayo Perspectiva histórica e impacto de la demanda de clase de Morales Feliciano sobre el sistema carcelario en Puerto Rico. Su libro se titula El killer (Ediciones Callejón, 2007).
33. Mario Santana ha trabajado en varios medios de prensa, entre ellos los diarios El Nuevo Día y El Vocero, durante sus veinte años de ejercicio de periodismo. Ha recibido premios del Overseas Press Club de Puerto Rico, el 1er Premio Nacional de Periodismo (2002, 2004 y 2008) de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico (ASPPRO) y el premio Eddie López 2008 a la excelencia en el periodismo. Estudió Comunicación Pública y Derecho en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente cursa un doctorado en Historia en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Su libro de cuentos se titula Secuestros de papel (Editorial Pasadizo, 2010).
34. De Maeseneer, Rita, El cuento puertorriqueño a finales de los noventa: sobre casas de locas en Marta Aponte Alsina y verdaderas historias en Luis López Nieves. Rescatado de: http://www.ciudadseva.com/obra/2001/rdm01.htm
35. Interesante resulta que, sobre las características de la narrativa posterior a los ochenta, Alberto Martínez Márquez, nos da un mapa que parece coincidir con muchas de las coordenadas dentro de las cuales hemos venido ubicando la poesía. Cierto es que, sobre las primeras tres y la última características que identifica, hemos visto algunos cambios. Pero en lo general, los demás rasgos permanecen. Éste, señala: “(1). Alejamiento del plebeyismo y de lo soez; (2). Uso de un lenguaje más escritural y literario; (3). Abandono del lenguaje coloquial; (4). Desalegorización y deconstrucción del tema de la identidad (prácticamente ausente en los escritores del 90 y en los más actuales); (5). Utilización constante de la ironía, el cinismo y el humor negro; (6). Tematización de la otredad; (7). Narrativización del cuerpo desde una perspectiva epistemológica; (8). Recurrencia del tema de lo absurdo; (9). Intertextualidad; (10). Incorporación de elementos extraliterarios; (11). Inclinación hacia el minimalismo; (12). Rechazo de lo dramático y finales anti-climáticos; (13). Uso de la reflexión; (14). Presencia constante del elemento lúdico; (15). Preponderancia del intimismo; (16). Apropiación de las formas y los lenguajes de la cultura de masas; (17). Rechazo del realismo mimético”. (sic) Martínez Márquez, Alberto. Apuntes sobre la narrativa breve puertorriqueña a partir de los ochenta. Rescatado de:
http://www.ciudadseva.com/obra/2003/amm01.htm
36. Díaz, Luis Felipe. Una visita a El Sótano 00931. En: suplemento En Rojo / Claridad, 18-24 de mayo de 2001, pág. 26.
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