El Copista Calisténico, no de entre todas sus influencias, sino de entre sus influencias todas, trae a la atención del intrigante lector uno de los poetas que durante algún tiempo se ha convertido en lectura de necesidad. Es decir: en lectura de compañía para esos momentos en que el Copista visita el trono desde donde la voz del interior encuentra verdadera resonancia escatológica. Así La Nube en Pantalones no sólo porta en si la extrañeza que evoca el pasar de lo mundanal a lo sublime, sino la promesa de algunas ráfagas de viento, aguaceros dispersos y quien sabe si hasta variadas aunque no muy leves tronadas. Si la literatura debe, en el más ideal de los casos, ocuparse de todas las instancias del devenir humano, prepárese una mixta, asuma la actitud del ritual y a detonar se a dicho gatilleros. Eso si, no olvide “flochear” los casquillos.
La Nube en Pantalones
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(PRÓLOGO)
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A esos pensamientos
que sueñan sobre sus sesos reblandecidos
como un gordo lacayo sobre un sofá grasiento
quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.
que sueñan sobre sus sesos reblandecidos
como un gordo lacayo sobre un sofá grasiento
quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.
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¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni en mis años hay ternura senil!
Ensordeciendo al mundo con el poder de mi voz
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.
ni en mis años hay ternura senil!
Ensordeciendo al mundo con el poder de mi voz
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.
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¡Ustedes los delicados
sobre tiernos violines recuestan el amor!
Los rudos, sobre timbales.
Si creen poder, prueben hacer como yo,
volverse del revés como un guante y ser todo labios.
Vengan y aprendan.
sobre tiernos violines recuestan el amor!
Los rudos, sobre timbales.
Si creen poder, prueben hacer como yo,
volverse del revés como un guante y ser todo labios.
Vengan y aprendan.
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Vengan damas pulidas
desde sus salas envueltas en sedas y batistas
y también la que en silencio hojea sus labios humedecidos
como cocineras un libro de recetas:
¡dejen ya esa decencia de ligas angelicales!
y también la que en silencio hojea sus labios humedecidos
como cocineras un libro de recetas:
¡dejen ya esa decencia de ligas angelicales!
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Si quieren
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-;
si quieren
seré impecablemente tierno:
no un hombre,
sino una nube en pantalones.
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-;
si quieren
seré impecablemente tierno:
no un hombre,
sino una nube en pantalones.
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En el mundo no existe una Niza florida.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres manoseadas como un refrán.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres manoseadas como un refrán.
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