111. Los talleres literarios no son cosa nueva. El primero fue fundado por el Mago de Oz al momento de entregar al Espantapájaros un diploma.
112. Decir que los talleres literarios hacen escritores es como pretender que la universidad crea gente intelectualmente responsable.
113. Después de tocar, con cada vuelta, Thelonious Monk, hace de su última pieza la más reciente.
114. Jazz anatrópico- El verdadero concierto no es el que culmina en aplausos, sino aquel que con los golpes de una vara sobre el atril da paso a la convención.
115. Me agrada el himno en su versión de danza. Aun así, conserva cierto aire de distante solemnidad. Además, una danza que no se baila, jamás pudiera pertenecer al pueblo.
116. Para escribir, se hace tan útil un lápiz como un control remoto.
117. Gente problemática- Todo aquel que no baja la cabeza ni esta dispuesto a ofrecer la otra mejilla.
118. ¿Por qué habría yo de corregir con versos lo que otro no pudo con una vida entera?
119. La poesía NO hace (decir "nada" sería redundante); en TODO caso, se justifica. Anticipo: cualquier contestación a lo anterior, afirmativa o negativa, constituye una justificación. Fondo y contenido: si no hay justificación expresa, la misma se halla implícita. Conclusión: Lo anterior es un poema.
120. Amo lo poesía.
domingo, 25 de abril de 2010
A - FOR - ISMOS #10
martes, 6 de abril de 2010
A - FOR - ISMOS #9
101. En la providencial gramática del Logos; Dios, en tanto Verbo, es pretérito imperfecto.
102. Quien habla con los ojos, poetiza con la mirada.
103. Una buena crítica es aquella que no te quita el sueño.
104. Dentro de la mala crítica están la negativa y la destructiva. Pero prestar demasiado oído tanto a una como a otra es como escuchar quien reprocha de las velas de un barco pretendiendo que el viento nunca soplará a su favor.
105. Si la poesía como experiencia es un viaje, en el país se publica mucha guía turística.
106. De haber un viaje poético, sería un “backpacking”. Ítaca, sería el regreso.
107. El viaje sólo es viaje si el punto de arribo es horizonte siempre en fuga. De lo contrario se vuelve postal.
108. Que las viejas maneras funcionen no significa que sean las únicas efectivas.
109. Si algo desconoce el ojo paternalista es que muy a menudo, más que como autoridad, el objeto de su mirada lo observa con condescendiente ternura.
110. Por si quedaran dudas de mi enfermizo perfeccionismo; suelo repetir, sistemáticamente, mis errores.
jueves, 25 de marzo de 2010
A - FOR - ISMOS #8
92. La literatura no trata sobre las (invisibles) telas mágicas del Rey, sino sobre lo complicado de sus hermosos encajes.
93. En la poesía no debería sobrar nada ya que, de por sí, todo en ella está de más.
94. Ponerle nombre a los problemas no siempre los resuelve. Por eso los míos son anónimos.
95. Lo obvio, cuando se enuncia, se vuelve obsceno.
96. No hay experiencia más hermosa y sobrecogedora que ser reconocido como escritor por un lector. Nos da noticia de cuan demoledora es la soledad.
97. Saber es un infinitivo; ya tenemos suficiente de utilizarlo como sustantivo.
98. La poética es (la) experiencia; estado siempre transitivo. En ese sentido hablar de poétia es siempre hablar desde el exilio. Habría que, por propiedad, hablar de la poeticalidad. La pregunta sería: ¿Quién imprime el juicio valorativo en la categoría, y por qué? (Si percibe cierta objetividad asumida en su lectura, sólo conteste quién o simplemente abandone el aforismo).
99. Respecto del gusto, pienso que la literatura es un caso de metagusto; en definitiva, un gusto (o disgusto) sobre el gusto.
100. Nueva Poética Nacional- Un, dos, tres… ¡Poesía!
jueves, 4 de marzo de 2010
A - FOR - ISMOS #7
82. En vez de un minuto de silencio no sería más solemne tributar un silencio como de minutos.
83. ¿Será que, Zaratustra, siempre regresa para volver?
84. “Ser o no Ser”, he ahí la estupidez de la razón. En la no aceptación de las humedades (Humano, demasiado húmedo), en el desprecio por el “Estar”.
85. Hace un siglo, perder el control hubiera sido impensable; imperdonable. Ahora, sólo es motivo de abandono del sillón para cambiar manualmente de canal.
86. Los espejos mienten. Ocultan las posibilidades.
87. En términos taxonómicos, ni la liebre, ni la tortuga, son objetos de apreciación estética. Quien entienda esto dará razón de lo estúpido que resulta descalificar un género literario por comparación con otro.
88. En materia de géneros literarios, peco de versos prosaicos y prosa requesonera.
89. En los ojos del maestro ve el discípulo, como paja, la viga que cándidamente desearía lucir en los propios.
90. Con cuanta frecuencia se confunde el concepto poética con el de estética. Corrijo: “con cuanta urgencia”.
martes, 23 de febrero de 2010
CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

jueves, 18 de febrero de 2010
LA NUEVA LITERATURA URBANA
domingo, 14 de febrero de 2010
ONANIA
En sus ojos
un bosque de sauces
atardece más temprano
y un manto
que oscurece el rostro
al compás de un reloj de avena
se tiende hasta enraizar en su boca.
En su nariz
un airecillo
como de hierba húmeda
se cuela en bandadas de mariposas
y un huracán
que desencausa ríos
se deposita bajo el verano de su aliento.
En su boca
un musgo arrulla larvas
para despertar libélulas
y un enjambre de termitas
carga esporas en sus alas
para abonar las raíces de otros sauces
que van naciendo.
En su aliento
una canción de lluvia crece
buscando la humedad de otros labios
y un mar de poros escalofriados
desborda en silencio
ahogando el suspiro
enmudeciendo gemidos
humedeciendo sus dedos.
sábado, 16 de enero de 2010
POLVO SOBRE POLVO
I. Primer polvo: A modo de Introducción.
Lo viejo de milenios también puede acceder a la modernidad:
Octavio Paz- Los hijos del limo
De entrada, si no es que todo objeto contenido dentro de un mundo de signos, y del cual se desprenden maneras de relacionarnos con el entorno –que van desde el espacio físico hasta los valores que a los mismos adjudicamos–, constituye en si mismo un entramado de relaciones en el cual nos encontramos intrínsecamente inmersos, establecer correlaciones pudiera resultar, sino en la construcción de un corpus de causalidades, al menos, en el más favorable de los casos, en un sofismo más que evidente: la correlación o correspondencia. En ese sentido, si bien se asumen tales relaciones como un dado, se quisiera aclarar que las mismas aquí se entienden más como consecuencia de un devenir constante que como resultado de un proyecto programático; de coerción o represión, por dar algunos ejemplos. Es innegable la brutalidad de un orden real y simbólico que preexisten al ser humano pero es esencialmente interno, y no externo al ser, el lugar donde se efectúa la transformación de las correspondencias entre el hombre y su entorno. Lo contrario sería restar complejidad al ser humano en tanto sujeto discursivo y regresarlo a la cartesiana centreidad[1] monolítica o indivisibilidad del individuo como lo concibe la sociología más ortodoxa. Octavio Paz en su libro Los hijos del limo[2] comenta que en la poesía producida por Occidente se observa con cierta regularidad a la que no alcanza a llamar del todo cíclica, pero de la que admite no es casual, una tendencia hacia el culto por lo nuevo. El mismo dice que:
Hay épocas en que el ideal estético consiste en la
De lo anterior se desprende que si bien durante el barroco español hubo una intención por alcanzar cierta innovación ya Octavio Paz advierte que, «La novedad del siglo XVII no era crítica ni entrañaba la negación de la tradición», sino que más bien la afirmaba. A esto añade Paz que, «Ni Góngora ni Gracián fueron revolucionarios, en el sentido que ahora damos a esta palabra […] novedad para ellos no era sinónimo de cambio, sino de asombro» (Paz, 11). Esta percepción sobre el barroco español no es exclusiva del Novel (1990) mexicano. Desde estudiosos de la literatura como Martín Alonso hasta historiadores del derecho como Francisco Tomás y Valiente, José Luis Bermejo y Enrique Gacto entre otros, así lo confirman. Si por una parte, de quien más innovador parecía en materia literaria, Martín Alonso afirma que, «Ni Góngora ni sus imitadores introducen en el verso español modificaciones notables» y que «Con el gongorismo o revolución culterana, los dioses, ninfas, héroes y toda clase de personajes fabulescos del mundo grecolatino invaden nuestra lírica»,[3] por otro, en materia social, y más específicamente jurídica, Bartolomé Clavero dirá lo siguiente:
¿Cuando comienza a generarse la cultura en la que se
Lo antes dicho nos deja como visión de la sociedad barroca española un panorama social y literario que, como afirma Octavio Paz, no niega la tradición sino que la afirma, o como el mismo Bartolomé Clavero la califica, «una cultura ya de por si», y no perdamos de vista esta palabra, «preceptiva» (Sexo, 60 y 72). Llamo la atención sobre este concepto pues como se verá más adelante, y acuñando un refrán popular, en la España barroca también “se cuecen judías”; corrijo, “habas”.
II. Segundo polvo: Si hay un segundo… Neoprimero, es porque hubo un primero.
…la tradición moderna de la poesía. La expresión
Octavio Paz- Los hijos del limo
Cuando se habla del árbol genealógico del Barroco español, implícitamente se habla de una genealogía de poetas que se dan en dos ramas: el conceptismo y el cultismo o culteranismo. Mientras que por la rama del conceptismo se tiene como precursor a Alonso de Ledesma con sus Conceptos espirituales, por parte del cultismo fue el mismo Gracián quien llamó a Luis Carrillo de Sotomayor, con su Acis y Galatea, “el primer cultista de España”. A su vez, ambas ramas se dividen en dos generaciones: en la primera, figuran Góngora y Quevedo; y en la segunda, Calderón y Gracián (Alonso, 838). El recuento responde a que si bien Octavio Paz tiene razones para decir que «Ni Góngora ni Gracián fueron revolucionarios, en el sentido que ahora damos a esta palabra» cabe también mencionar que es Quevedo y no Gracián quien representa la cúspide del conceptismo. Esta advertencia viene a razón de que el comentario de Paz pudiera ser la descalificación de dos autoridades (uno cultista y el otro conceptista) en arras de construir un sólido andamiaje que dé sostén a su proyecto sobre una tradición moderna de la poesía como tradición de ruptura. El silencio respecto a Quevedo, genera sospecha. De todas maneras, en lo personal, tendría que admitir que soy un enérgico simpatizante de su propuesta por lo que quisiera pensar en la posibilidad de un descuido o una simple preferencia de Paz por Gracián sobre Quevedo. Aun así, me inclino a pensar que el caso de Quevedo constituye, sino una excepción a la propuesta del barroco como afirmación y regreso de una tradición que precede incluso al renacimiento, al menos, un verdadero gesto de innovación o distanciamiento de sus contemporáneos.
Me explico. La ruptura (si alguna) respecto de la tradición en la España barroca como sociedad se daría en términos socio-políticos, y en lo general, en un sólo plano: el de la cultura (en un sentido lacaniano: el orden simbólico). Esto deja como posibilidades sólo dos opciones: la afirmativa o la negativa de cambio social. Pero ya en el caso de la poesía, la ruptura o más bien cambio, se daría en dos instancias: en forma y en contenido; lo que nos daría como resultado la afirmativa o negativa de cambio en ambas instancias: los objetos y su significado. Así queda como contingencia la posibilidad de que si no se diera un resultado afirmativo de cambio en cuanto a la cosa (inteligible), al menos queda la opción de un resultado afirmativo en cuanto a la idea que ésta suscita (suprasensible). Y es precisamente, en esta última, donde creo que Francisco de Quevedo logró un posible distanciamiento de sus contemporáneos. Para ejemplificar lo que con esto se pretende demostrar, y de paso ir sentando las bases de donde parte Manuel Ramos Otero, se trae a colación el poema “Amor constante más allá de la muerte”. El mismo lee como sigue:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
A prima facie si se observa el poema, en cuanto a estructura, salta a la vista que el mismo es un soneto; forma estrófica de tradición italiana o, mejor dicho, latinizante. Respecto a los temas que se tocan, muy propio de lo que se esperaría de un “civitas Dei” de raigambre medieval cristiana, se destacan el amor, la muerte, la vida más allá de ésta o la eternidad y la presencia de Dios, juez y ajusticiador, que a modo de un “Deus legislator” no sólo determina el orden, «ley severa», sino también la pena, «prisión». Pero ojo, como dije antes, sólo a prima facie.
Oscuridad, profundidad y dificultad son términos frecuentemente barajados para referir al barroco pero, aunque aparenten ser a fines –diría Paz–, no necesariamente son equivalentes. Baste decir que si bien tanto cultistas como conceptistas buscaban la dificultad del entendimiento, los primeros lo hacían a través del oscurecimiento producto del tupido decorado, los segundos, por medio de la profundidad de los conceptos. Si unos apuntaban a la complejificación del continente, otros, a la complejidad de los contenidos. Voy más allá. Me arriesgo a decir que los cultistas buscaban (y quienes hayan fruncido el seño al leer el párrafo introductorio ahora entenderán) las correspondencias entre las imágenes de enrevesadas metáforas y el objeto (analogía), mientras los conceptistas, y aquí Quevedo, la metamorfosis del objeto mediante giros semánticos que le doten de nuevas dimensiones (ironía, sátira, parodia, etc.).[5] Aparece así, en los conceptistas, un anamorfismo literario que hace de la poesía un gesto político y social del que Martín Alonso se expresará en los siguientes términos: «tienden a ver los problemas de la vida a través de un cristal curvado que deforma las figuras y las llena de carcajada franca y burla despiadada» (Alonso, 825).
Cristal curvado en mano, veamos que tal luce aquel “Amor constante más allá de la muerte”. En el primer cuarteto nos parece leer sobre cómo la muerte, «postrera sombra», no sólo podrá cerrar sus ojos, sino que «lisonjera», en ese momento («hora») también «podrá desatar [su] alma» de ese amor al que el poeta llama: «su afán ansioso». En el segundo cuarteto, la «postrera sombra» tomará del mito clásico la forma de leteico rió para anunciar que a pesar de ésta poder cerrar sus ojos: «no de esotra parte en la ribera, dejará la memoria, en donde ardía» pues «nadar sabe [su] llama la agua fría». Y aun más: su amor, ahora en forma de ardiente «llama», además de saber nadar, se propone «perder el respeto a ley severa». Y es aquí donde el «cristal curvado» comienza a «deforma[r] las figuras».
Siguiendo a Roman Jacobson (quien proponía el discurso poético como una tensión o eje dialéctico que se sostiene a partir de estructuras discursivas que funcionan a modo de contraposiciones binarias), en los cuartetos se hace notable una tensión producto de la contraposición entre lo constante y la muerte; o más bien, tomando el amor como eje, un amor constante o uno tronchado. Por una parte tenemos el eje del amor y sus variantes: afán ansioso, llama, arder y fuego. Por otra, entre las estructuras binarias, tenemos el lado de lo constante con sus variantes: la memoria, perder el respeto a ley severa (burlar la muerte), ceniza con sentido, polvo enamorado; y, el lado de la muerte con sus variantes: la postrera sombra, ojos cerrados, agua fría, dejar el cuerpo, ley severa, ser ceniza y ser polvo. Ahora bien, como se puede observar, algunos elementos aparecen en ambos lados: ceniza, polvo, ley; lo que sugiere que si de un lado tenemos el amor como eje dialéctico (que desde el título se anuncia), por otro, a partir de estos elementos repetitivos, con el cierre del segundo cuarteto uno nuevo e implícito hasta el momento se asoma: la ley. A simple vista se pensaría que no es un elemento de mucha importancia para el sostenimiento de la tensión dialéctica que motiva el poema. Pero como se verá a continuación, esa ley como nuevo eje, es tan importante para la tensión dialéctica del poema que, incluso, el amor pasará a ser pretexto para un planteamiento de verdadera gravedad. La explicación promete ser interesante.
III. Tercer polvo: ¿Polvo enamorado o ceniza con sentido?
Aquel que sabe que pertenece a una tradición
Octavio Paz- Los hijos del limo
Amor y Ley, como ya se ha dicho, son los dos ejes dialéctico-discursivos que dan sostenimiento a la tensión dialéctica que da origen al soneto “Amor constante más allá de la muerte”. También se ha dicho que el primero es el que desde el título explícitamente se anuncia mientras que el segundo, aunque implícito, hace del primero el pretexto para dejar sobre la mesa un verdadero gesto de grave tonada social y política. Puntualizo y recalco. No es simple casualidad que, de catorce versos, el séptimo y el octavo, justo al centro del soneto, lean: «nadar (sobrellevar) sabe mi llama (amor) la agua fría (muerte)» y «perder el respeto a ley severa». “Sobrellevar sabe mi amor la muerte” y “perder el respeto a ley severa”, donde la conjunción “y” (por medio de una correspondencia directa) cumple con la función de vincular conceptos (como en la gradación), el resultado sería la identificación semántica (analogía) del séptimo verso con el octavo. Pero si se estuviera frente al caso donde “y” cumple con la función de añadir elementos (como en las enumeraciones), por contraparte de la adición, tendría que aceptarse que estamos frente a conceptos o ideas independientes que progresivamente se van sumando a una línea de pensamiento. Así queda ante nuestra consideración la posibilidad que se plantea con el segundo caso: la adición del tema o concepto Ley a la línea de pensamiento que se desarrollaba sobre la del tema o concepto Amor y su feliz o desdichado término. Esto se confirma con el penúltimo verso donde se lee lo siguiente: «serán ceniza». O más específicamente la hoguera; y, en cuanto a materia amatoria se refiere: la pena capital de morir quemado por “peccatum contra naturam”.[6]
Un panorama más amplio de la situación social y jurídica de la España barroca lo tenemos en las conferencias “Delito y pecado: Noción y escala de transgresiones” y “El crimen y pecado contra natura” de Bartolomé Clavero y Francisco Tomás y Valiente respectivamente.[7] Ya por Clavero sabemos que es en el siglo XII cuando surge la cultura jurídica que sienta las incuestionables bases de la que luego regirá como orden social de la cultura barroca española. Igual sabemos que dicha cultura nace de textos de derecho romano antiguo como de canónico medieval, lo que nos deja ante una sociedad tradicionalista y preceptiva que se sujeta a una herencia cultural para la propia definición de su derecho y ordenamiento. Octavio Paz también parece concordar con esta visión. Éste recurre al mismo ejemplo de la base de tradición medieval cristiana, por contraposición a lo que él llama tradición moderna (cuyo inicio identifica con el siglo XVIII) para decir lo siguiente:
Basta comparar nuestra idea del tiempo con la de un cristiano del
Pero qué peculiaridades tenía esa Ley o tradición jurídica en la que se encontraba inmersa la sociedad barroca española. Tratándose de una cuestión de Ley o jurídica, procede entonces ver cuáles son y cómo se tipifican los llamados delitos o pecados de los que, de antemano, habría que establecer se encontraban indiferenciados por una sobreentendida correspondencia entre el orden celestial y el terrenal. En primer lugar se encuentra el Crimen Laesae Maiestatis o lesa majestad (Sexo, 73-74). Este incluía la lesión u ofensa a los monarcas desde el ámbito personal hasta la imagen y símbolos del mismo. Por extensión, quedan cobijados tanto su corte como familiares pues encarnan los valores y poderes que el monarca representa. Así los delitos serían desde asesinar el rey como yacer con la reina o incluso falsificar moneda con su imagen. También queda protegida la jerarquía eclesial en tanto representantes de Dios y constituyentes de la corte divina en la tierra. En lo general traición y herejías. Especifica Calvero que delitos o crímenes políticos, contra la vida o la libertad, aquí no los hay, sino más bien contra un honor y una honra; los valores contra los que se atenta son «valores trascendentes a la persona, contra principios de constitución no sólo simbólica del propio orden social» (Sexo, 74). Esto se hace entendible puesto que la vida se estimaba en otros términos muy distintos de como hoy se entiende. Sólo en cuanto al alma se era sujeto; en cuanto al cuerpo, objeto. La salvación del alma era en mucho más estimable que la existencia o cuidado del cuerpo. El soplo de vida, el alma, lo da Dios y sólo el dispone del mismo, pero el cuerpo lo procrea el hombre y en ese sentido era menos horrendo el homicidio que la masturbación. Bartolomé Clavero explica que,
todo acto de muerte de un individuo es homicidio, pero no
Esto nos lleva al próximo nivel de delitos, y ahora entrando en lo que para este trabajo interesa, los delitos contra la naturaleza o como entonces se conocía: «peccatum contra naturam». Partiendo de aquella sociedad preceptiva y tradicionalista en la que tanto Octavio Paz como Bartolomé Clavero, Francisco Tomás y Valiente entre otros coinciden, la situación sería más o menos la siguiente. No podría haber ley humana sino a partir de un orden divino que debía permanecer inalterable. El hombre había sido creado a imagen y semejanza de Dios y cualquier trastrocamiento de aquel orden divino como de su extensión en la tierra, implica delito contra Dios mismo. Hágase su voluntad así en la tierra como en el cielo. Así fue asumido. «Esto se pensaba. Y lo que se cree ya es un hecho determinante de la organización y de la conducta», dice Clavero. Tanto así que, frente a la imagen de un supuesto absolutismo monárquico[8] tal como lo planteara José Antonio Maravall, Clavero expone que,
El último juez, el último sacerdote, mantiene todo el
Desde el rey hasta el más común de los mortales debe cumplir con el orden divino. Y en esos términos, la creación, que aparece como acto continuo en que el hombre juega el papel de colaborador, para que no se vea interrumpida, es necesario que el hombre colabore procreando; perpetuando tanto la especie como lo establecido por Dios. Bajo ese mismo juego de correspondencias, y donde «Biblia est lex», pecado queda establecido como delito, la conducta a seguir queda determinada por preceptos y la pena un medio deseable para la purgación y limpieza del alma. En cuanto al pecado contra natura encontramos los tocamientos, la masturbación, el coito interrupto, bestialidad, sodomía y uso de objetos que simulen el coito. Aún así Francisco Tomás y Valiente puntualiza que «aunque en sentido amplio todo pecado es un pecado contra natura: la sodomía es el pecado contra natura propiamente dicho. [...] El pecado contra natura, la sodomía, es el pecado por antonomasia» (Sexo, 38-39). Y lo es así puesto que Dios castiga por su pecado a Sodoma y Gomorra como se relata en Génesis 18.16-33 y 19.1-25. La pena la conocemos: «Jehova hizo llover desde los cielo azufre y fuego». Y a juzgar por esta pequeña relación que Tomás y Valiente hace, la España barroca también la conoció.
Fuero de Bejar, se lee así: «De varon que fornica con otro.
Quevedo no fue la excepción. Conciente de su época conocía también los pesares que aquejaban la España de aquellos días. No con esto quiero decir que fuera Francisco de Quevedo participe directo de las prácticas sexuales que en esta última cita quedan expuestas. Además sabemos que pecado contra natura no sólo implica sodomía pues bajo esta categoría quedaba incluida la masturbación e incluso, en los más severos casos, las posiciones no naturales. Pero de algo estoy seguro; aquella «ceniza» a la que hace alusión en su soneto “Amor constante más allá de la muerte” constituye una réplica a la intromisión de la Ley en la intimidad de las prácticas sexuales, cuando no, un crudo planteamiento sobre el estado de indiferenciación en que se encontraban los conceptos delito y pecado y que ya a finales del siglo XVII comenzará a tomar auge como discusión. Como lo evidencia el suceso en que, bajo una servilleta, le fuese encontrada una queja política que leía “Católica Sacra Majestad”, Francisco de Quevedo no ignoraba lo que, como en el título de otra de sus obras, pudiera llamarse la Política de Dios. Tampoco ignoraba los textos que daban base a semejante política. Comenzaba este tercer apartado con la pregunta «¿Polvo enamorado o ceniza con sentido?», y la contestación y réplica la encontró Quevedo en el mismo relato bíblico que dio nombre de sodomía al pecado contra natura. En Génesis 18.27 lee así:
Abraham replicó y dijo:
–Te ruego, mi Señor, que me escuches
IV. Cuarto polvo: A modo de Invitación al polvo. [10]
Manuel Ramos Otero- Poética[11]

No en pese, por si no fueran suficientes los ejemplos antes dados, el barroco aparecerá mencionado como tal cuando en el poema “Cartas Cabales: I” el poeta versará como se lee en las siguientes líneas:
Y olvidaras en la casa barroca de la San Sebastián
a todo el que no supo descifrar los jeroglíficos
ni hacer volar las losetas halladas en las ruinas (Ramos, 58).
Esto último trae ante la atención del lector un aspecto interesante dado que, si bien pudieran haber unas correspondencias entre aquel barroco que vivió Quevedo como momento histórico y el que en su poesía parece recrear Ramos Otero, la ruptura ya se asoma. Si tales correspondencias son innegables, a partir de lo expuesto en el principio de este estudio, las mismas se aceptan como punto de partida para lo que antes se identificó como devenir constante. Un devenir que se dará entre los polos dialéctico-discursivos de la prohibición y la libertad (de Ley como se demostró antes) y que opera como giros sémicos conceptistas en el caso de Quevedo o, como en el caso de Ramos Otero, con un nuevo “logos”. A tal razón habrá que olvidar todo cuanto quede en aquella «casa barroca», igualmente «a todo el que no [sepa] descifrar los jeroglíficos» de un nuevo lenguaje.
V. Quinto polvo: El Neopolvo; perdón, quise decir: El Neobarroco de Ramos Otero.
Manuel Ramos Otero- Poética
Habrá quien diga, corazón, que nuestro amor
traiciona la familia, perfecto páramo de toda
sociedad futura. Habrá quien llamará locura
lo que no es decoroso nombrar en alta voz,
esta fugaz lujuria de turbio callejón. Habrá
quien teorice que nuestro amor comienza la
horrible decadencia de la leyes divinas,
buscaran manuscritos de los libros sagrados
y arderemos de manos en otro apocalipsis.
[…] Habrá quien diga, corazón, que así no son
los niños ni los hombres, que los niños de hoy
serán mañana viriles hacedores de la patria (Ramos, 35).
Esto plantea, o más bien, devuelve a la mesa de discusión la supuesta situación de absolutismo con respecto a la monarquía o la asumida plenipotencialidad de aquel Dios; jesuita, por cierto. «Habrá quien teorice», «quien diga» (incluso en «toda sociedad futura»), aunque las figuras o representantes de uno y otro –dios y rey– ya en estos versos del poema 25 no aparecen. De hecho, si regresamos a Bartolomé Clavero veremos que realmente nunca fueron tan hegemónicos en términos de asegurar un orden social, y si lo fueron, fue gracias a un poder que los precedía y trascendía: «la homogeneidad y el ritmo del logos exterior que los organiza y precede […] –el verbo de potencia infinita–». Ante ese verbo de potencia infinita:
VI. Último polvo: Un polvo constante más allá de la muerte.
Manuel Ramos Otero- Poética
libertad espaciosa para probar las flores,
el cuerpo del amor, los dolores humanos,
los placeres prohibidos que me volvieron hombre
y al hombre permitieron su espejo de poeta (Ramos, 35).
Este que habla es el «eterno Yo Soy»; el verbo que en y desde el principio fue, es y será sin tiempo. Desde esta nueva concepción de tiempo se anula la linealidad de la historia y su teleología greco-helenística y luego judeo-cristiana como categoría suma de un “logos” preceptivo adoptado por Occidente pues, como versa el poema 23: «Éramos / compañeros del desorden profundo, pasión de vellonera / hombres por fuera y por dentro, no solamente cuerpos / sino historia» (Ramos, 33); pero más allá de todo, lo que resuena de fondo son las ocho veces que el poema como “lite motive” repite «Éramos», mientras que Manuel Ramos Otero lo que busca con su Invitación al polvo es «un amor que rebasa este siglo» (Ramos, 12), o como decía Quevedo, un “Amor constante más allá de la muerte”.
Cuando te vuelvas un hombre de papel
un espíritu atrapado en el poema
y ya no pueda volver a definirte en la palabra
que ahora azota toda la nada
recordaremos lo que nunca ocurrió
nos amaremos como nunca nos amamos
hurgaremos en tumbas de tristeza
hasta encontrar la libertad intacta
para quel tiempo restaure lo perdido (Ramos, 13).
ANEJO I

Notas:
[1] Con centreidad se privilegia el concepto centrado sobre el de centralizado. El primero será resultado de la centralidad y autocontención, el segundo, sólo del posicionamiento espacial.
[2] Paz, Octavio. Los hijos del limo, Colombia: Editorial Oveja Negra, 1985. En adelante, las citas tomadas de este texto se identificarán entre paréntesis como Paz seguido por su correspondiente número página.
[3] Alonso, Mantín. Historia de la literatura mundial, Tomo I, Madrid: EDAF Ediciones, 1966, pág. 823. En adelante, las citas de este texto se identificarán entre paréntesis como Alonso seguido por su correspondiente número de página.
[4] Clavero, Bartolomé. Delito y pecado: Noción y escala de transgresiones, en: Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid: Alianza Editorial, 1990, pág. 59. En lo siguiente las citas de este texto se identificarán como Sexo seguido por su correspondiente número de página
[5] Aquí concuerdo con Octavio Paz cuando dice que: «El poeta barroco quiere descubrir las relaciones secretas entre las cosas […] la transgresión barroca se ejerce sobre el objeto. […] el barroco es el arte de la metamorfosis del objeto. […] Las palabras ingenio y concepto definen a la poesía barroca […]. Las invenciones del ingenio son conceptos –metáforas y paradojas– que descubren las correspondencias secretas que unen a los seres y a las cosas entre ellos y consigo mismos». Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, México: Fondo de Cultura Económica, 2004, págs. 79-80.
[6] Ver gráfica que se añade como anejo en la página 21 al final de este trabajo.
[7] Dictadas durante el verano de 1987 en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo como parte del curso «Delito y pecado en la España del Barroco» y recogidas en el libro Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid: Alianza Editorial, 1990.
[8] Una fuerte réplica a esta propuesta queda expuesta en la conferencia “Justicia penal y teatro barroco” de José Luis Bermejo Cabrero (recogida en Sexo Barroco y otras transgresiones premodernas) quien dice que «aunque haya algún fondo de verdad en la exposición de Maravall, no hay que olvidar la otra cara de la cuestión, con todos unos planteamientos en torno a la administración de justicia cumplidamente desarrollada, que no se compaginan con la pura aplicación de los esquemas del más extremado absolutismo».
[9] Las negritas son mías.
[10] Ramos Otero, Manuel. Invitación al polvo. Puerto Rico: Editorial Plaza Mayor, 2da edición, 1994. En adelante las citas se identificarán como Ramos seguido por el número de página dentro de paréntesis.
[11] Tanto este epígrafe los de los próximos apartados se toman de: López-Adorno, Pedro. Papiros de Babel: Antología de la poesía puertorriqueña en Nueva York. Puerto Rico: EDUPR, 1991, pág. 344. Las citas a este libro se identificarán como Lopéz-Adorno seguido por su correspondiente número de página entre paréntesis.
[12] González, Alfonso. Neobarroco y carnaval medieval en Palinuro de México, en: Hispania, Vol. 74, No.1 (Mar., 1991), pp. 45-49.
[13] Derrida, Jacques. Posiciones, España: Artes Gráficas Soler S.A., 1977, pág. 27.
[14] Sarduy, Severo. El barroco y el neobarroco, en: América Latina en su literatura, coordinación e introducción de César Fernández Moreno. México: Siglo XXI Editores, 1972, págs. 183.
[15] Gelpí, Juan. Literatura y paternalismo en Puerto Rico, Puerto Rico: EDUPR, 1994. En adelante Gelpí y se seguirá el mismo formato de citación que con los libros anteriores.
[16] En Manuel Ramos Otero el cuerpo juega el papel de elemento estabilizador y a la vez desestabilizador por lo que la contraposición entre casa y ciudad en Invitación al polvo no discurre como Bachelard sugiere en cuanto a una teorización del sujeto transeúnte. Ramos Otero sabía que esa estabilidad/desestabilización tenía que darse desde el cuerpo; esa primigenia casa móvil ante la cual la ciudad con sus ilusiones de libertad y desestabilización juega un pobre papel. Dirá el poeta: «Sigue ausente y pasajero al margen de tu verdad y / verás que la ciudad duplica todos tus miedos» (Ramos, 31).
[17] Tómese como ejemplo, entre otros casos, la ciudad de París. Inmediatamente se hace notable en qué términos se debe deambular. El transeúnte se encontrará, en no pocas ocasiones, moviéndose dentro de un espacio que determina su movilidad. La ciudad parece ser el resultado de estructuras radiales a modo de estrellas que, a su vez, con cada rayo dan origen al vértice radial de otras estrellas con otros rayos. Lo curioso es que si se identifican cuáles son esos puntos, vértices-radiales, el transeúnte encontrará monumentos (ritualizaciones y mitificaciones arquitectónicas) como manifestaciones omnipresentes de aquel «verbo de potencia infinita». Así al centro de París aparece la catedral de Notre-Dame, acompañada por el Palais de Justice, rodeados por el Siene, y a ambos lados del río, el D’Orsay y el Louvre con sus catálogos de medallas de honor y trofeos con que la historia y la tradición han conferido a los franceses de noble linaje. Qué tal St. Germain des Pres o el caso más meritorio de contemplación: el Arc de Triomphe. Si como dice el refrán: “todos los caminos conducen a Roma”, en París, “todas las avenidas conducen al Arc de Triomphe”.
[18] Con estos versos Ramos Otero da noticia de la conciencia con que asume el supuesto sujeto “transeúnte” que Juan Gelpí le adjudica a su escritura como parte de un afuera «(de la casa) del canon». Es desde la casa «del cuerpo que se enternece / con la eternidad del mar» y no desde «el exilio que es la gran ciudad» donde se da la génesis del nuevo verbo. Es el «cuerpo que se enternece / con la eternidad del mar» la única instancia de movilidad («así como el mar divaga») mientras que «desde una isla a otra isla» (Manhattan, Cuba, Puerto Rico) lo que se obtiene del «exilio en la gran ciudad», como «fuera (de la casa) del canon», es un sujeto reiteradamente aislado.
[19] Ramos Otero, Manuel. Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad, Puerto Rico: Editorial Cultural, 1971, pág. 77.
[20] Barthes, Roland. El placer del texto y lección inaugural, Argentina: Siglo XXI Editores, 2003. En adelante se identificara este texto como Barthes y se seguirá el mismo formato de citación que con los otros.
[21] Ante este comentario de Roland Barthes habría que aclarar que luego de Mikhail Bakhtin se acepta con cierto consenso el hecho de que el lenguaje, en tanto tecnología comunicativa, es esencialmente dialógico puesto que toda emisión de un mensaje implícitamente conlleva un narratario como receptor del mismo. Aún así, si se considera la emisión de un mensaje como lo que Jhon Austin llamó actos perfomativos del habla se encontrará que Barthes no está del todo equivocado. En Bakhtin el término narratario se traduce en un tipo de destinatario: uno deseado. Ese destinatario deseado tendría que gozar de una inter-subjetividad en la que el emisor y el receptor consientan en la aceptación de «sistemas de reglas o convenciones no lingüísticas comúnmente aceptadas por una determinada comunidad, de los que dimanan ciertos requisitos exigibles a los agentes comunicativos, a modo de competencias para su actuación» (Lozano, Jorge. Análisis del discurso, España: Ediciones Cátedra, 2004, pág. 180). De no ser así resultaría lo que Austin llama un enunciado realizativo infortunado. En ese sentido el texto, en tanto reemplaza los “semina aeternitatis”, los “zopyra” y las nociones comunes, deja de ser un dialogo o, al menos, se vuelve islote en espera de visitas. Para Barthes el texto dirá incluso más allá de las intenciones de lo dicho por el autor.
[22] Vázquez Cruz, Carlos. Invitación al ceremonial: Cuando Manuel Ramos Otero, Miguel Náter e Isbáez se conocieron frente al espejo, en: La mirilla y la muralla: el estado crítico, Puerto Rico: Sótano Editores, 2009, págs. 145.
martes, 12 de enero de 2010
CARTOMANCIA
I. As y Rey de Espadas
Azote de Dios,
el Rey de los hunos,
es As de la espada.
II. Reina (Dama de corazones)
En sentidos opuestos
dos damas
evaden sus miradas…
Unidas por sus cinturas
se saben reinas.
III. Caballo de Bastos
Caballo de oro
bajo un (ataque de) hipo( en el )campo
Babieca se vuelve
rocinantesco caballo de palo.
IV. Desdicha de la Sota (Ironía)
Lamentablemente
los doce no son discípulos.
V. 8 y 9 (Cartomancia)
Confío en la elocuencia del silencio.
Excluido el Möbius eterno del 8,
ausente la perfecta ciencia del 9.
VI. Redundancia
Rey de oro
VII. Fruto del Cáliz
A los de ese palo también
por su pinta los conoceréis.
VIII. Cuatro Palos
A-Bastos de Oro,
lisonja de Espadas y Cáliz.
domingo, 27 de diciembre de 2009
Merry Christmas

Hoy me globalizaría las venas
como quien deja un sueño
irreconciliablemente despedido
a mitad de la noche
para encontrar sed en la nevera.
Hoy me reventaría contra el cemento
en un acto brutal de contrición masiva.
Hoy; más que nunca hoy
me desnudaría el pellejo a tirones
en medio del Mall of America
porque sé que mañana
cuando hayan invadido el último rincón justificable,
cuando no hayan armas que desmantelar,
cuando las bombas acaben,
irá SAMta Claus
in the middle of the most beautiful Silent Night
con sus tropas de renos
sembrando el terror
lanzando del cielo
televisores de 60 pulgadas.
Minneapolis MN, 24 Dic 2004.
lunes, 21 de diciembre de 2009
A - FOR - ISMOS #6

72. ¿De cuántos kilos de sufrimiento está compuesta la soledad necesaria para un poema? ¿De cuántos el poeta? Quien lo sepa, habrá encontrado sustituto para el opio y la mescalina.
73. El lenguaje es una condición propia del crecimiento; y se hace progresivo. Desafortunadamente, los poetas hacen necesario vivirlo como enfermedad.
74. Sobre el sufrimiento necesario- El sádico hace leña del árbol en plena caída; el poeta, del lector que caerá. Ambos, se deleitan desde el momento en que, incluso, no han movido un solo dedo.
75. Lo genial de una cita oportuna, como de un buen aforismo, es que guardan en sí la contingencia de poder ser leídos lo mismo como afirmación que como reproche. Sabio sería poder leer la contingencia.
76. ¿Buenos libros? …los que están bien escritos y bien pensados. ¿Los mejores? …los mal intencionados.
77. El chiquiteo paternalista de algunos cuando no es signo de envejecimiento, en el peor de los casos, es terror a envejecer.
78. Aquel poeta que sufre el lenguaje es porque "aún" sostiene una relación gramatical con la poesía. Es decir, marital en vez de consensual.
79. De la poesía sólo me angustian los poetas.
80. Poesía- Ritual pirotécnico que evoca el origen mismo de la creación y donde lo más importante debería ser la pirotecnia y no el ritual.
domingo, 13 de diciembre de 2009
“YO SOY EL ENEMIGO”

Creo que concuerdo con ambas visiones. Un tanto pudiera resultar iluminador el hecho de que el Elidio del 93, el Capiello del 98 y el Pommers del 2009 sigan la larga tradición de un eco por lo visto inextinguible. La autogestión no da abasto para nivelar un trabajo que el mundo editorial no ha podido asumir cabalmente. Yo, como “padawan”, pequeño saltamontes, editor “wannabe”, no puedo publicar cuanto escritor quisiera. El que ese eco siga resonando, quizás desde un “en aquel entonces”, y sus sucesivas re-percusiones, ¿serán visos de madures editorial o, tal vez, vicios de edición? “El enemigo no es el sector editorial”. “El enemigo somos nosotros mismos”. Concuerdo totalmente. Pero tengo que admitir que en ocasiones me he encontrado ante la bochornosa situación de tener que preguntarme ¿cómo asumo ese “nosotros”? Como profesor, como escritor, como lector, como comprador o como editor. Si el enemigo somos nosotros mismos, nosotros los editores (me incluyo, desde el “wishful thinking”) también somos nuestros propios enemigos. Paso al frente, saludo, digo mi nombre y en voz alta, –“MI NOMBRE ES CAPIELLO; YO SOY EL ENEMIGO”–. Se siente bien... trazar la línea en el suelo y empezar de cero.
Mis respetos y admiración, pero también mi valentía, o estupidez, todas ellas comprometidas con la literatura…
Un abrazo,
Capiello
Editor Horroris Trauma