Y la novela negra revitalizó a los superhéroes
ABEL GRAU - Madrid - 07/09/2010
Parecía que los cómics estaban en decadencia. A finales de los setenta, cuando el joven Frank Miller llegó a Manhattan con su carpeta de dibujos llena de ilusiones, muchos no daban un duro por los tebeos de superhéroes. Eran franquicias convertidas en una fórmula. Dedícate a otra cosa -le decían-, esto se acaba. No les hizo caso, claro, y siguió adelante con un empeño: introducir dosis de novela negra en las viñetas. Eso -se decía a sí mismo- iba a revitalizar los comic-books.
Y vaya si lo hizo. En menos de una década firmó tres historias que sometieron al género al mayor electrochoque en décadas: Born again, El regreso del señor de la noche y Batman: año uno. Miller (Olney, Maryland, EE UU; 1957) cambió el tratamiento narrativo, con unos argumentos más exigentes, amplió la caracterización de los personajes y renovó el lenguaje visual, junto al magnífico dibujante e ilustrador David Mazzucchelli (Rhode Island, EE UU; 1960) en dos de ellas. Fue una transformación tan impactante que sus ecos se prolongan 24 años después; hasta los Batman del cineasta Christopher Nolan, sin ir más lejos.
Todo comenzó con Born again, que se acaba de editar en España en un solo volumen, y cuyo título -vuelto a nacer, en inglés- habría valido como vaticinio de lo que le iba a ocurrir al género aquel 1986, el año milagroso del comic-book; el de El regreso del señor de la noche y la crepuscular Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, sobre un grupo de superhéroes disfuncionales en unos Estados Unidos preapocalípticos, y que está reconocida unánimemente como una de las obras más influyentes del noveno arte.
Miller abrió la veda. En 1979 se encargó de un personaje periférico, Daredevil, un héroe ciego con los otros cuatro sentidos superdesarrollados a causa de un accidente con una sustancia radioactiva. El joven guionista dibujó y luego escribió sus historias durante tres años, en los que transformó al hombre sin miedo, guardián del barrio neoyorquino de Hell's Kitchen, en uno de los personajes más interesantes de la editorial. Y la culminación llegó siete años después, con Born again. "Pasó de mero comparsa, versión descafeinada y poco carismática de Spiderman, a convertirse en una de las personalidades más complejas y fascinantes del Universo Marvel", escribe en la introducción el especialista en cómics y bloguero David Fernández. La historia, publicada originalmente en los números 227 a 233 de la serie Daredevil, se publica ahora en un único volumen con bocetos y originales.
Desde el interior de las convenciones del género, Miller introdujo la complejidad argumental de la novela negra. En las páginas de Born again, un capo mafioso de Manhattan, Kingpin, orquestaba una trama para destruir la vida del héroe, Daredevil/Matt Murdock. Y no había ninguna banda de matones en busca de rótulas que partir. El jefe del crimen de Nueva York le cancelaba las cuentas bancarias, envenenaba la relación con sus amistades y hundía su reputación como abogado. Así, el disfraz pasaba a segundo plano y cobraba protagonismo la aniquilación moral del protagonista.
Miller profundizó en el personaje "obligando al héroe a afrontar un desafío que bien podría terminar con su existencia: la muerte metafórica del individuo, a través de la pérdida de los rasgos que integran su personalidad. La degradación social, profesional y psicológica, hasta el punto de aproximarse a la anulación -casi destrucción- del ser", detalla Fernández.
Vuelta a los orígenes
Miller recuperaba así también la esencia del sello Marvel y de sus héroes sometidos a disquisiciones morales e indagaciones psicológicas, como recuerda Fernández. "Evidentemente, Daredevil parte de un contexto fantástico, interpretado a partir de las claves de la ficción superheroica. Pero Miller optó por recuperar la esencia de los grandes clásicos de la editorial, conocidos por su capacidad de plantear situaciones pegadas a la realidad, reconocibles por los lectores hasta el punto de propiciar un poderoso sentimiento de identificación con el protagonista de turno".
Recurrir a los ingredientes de la novela negra fue una ingeniosa renovación argumental. "La densidad de tramas y la credibilidad de los personajes de Born again parece presagiar la ficción audiovisual del siglo XXI", escribe Santiago García, autor del ensayo La novela gráfica. "Es un drama polifónico como Los Soprano o The wire que no concluye -y esto es algo insólito en el cómic de superhéroes de todos los tiempos- con un enfrentamiento físico con el villano. Matt Murdock devuelve a Kingpin los golpes recibidos en la misma moneda en que los ha cobrado: a través del escándalo, a través del rastro de contactos corruptos y "la pista de papel": todo está conectado".
El talento visual de Mazzucchelli
Mientras Miller le daba un vuelco al guión del cómic, los lápices los asumía un dibujante de una calidad excepcional, David Mazzucchelli, maestro de la composición y del trazo naturalista (aunque en Born again el color quizá no esté a la altura del dibujo). El tándem Miller-Mazzucchelli fue una coincidencia de talentos en estado de gracia que repetiría un año después en la miniserie Batman: año uno, que refundó el mito del hombre murciélago con nuevas dosis de novela negra. Considerada una de las mejores historias del personaje, se centraba en la corrupción política y policial de la ciudad de Gotham, y en el nacimiento de la amistad entre el héroe y el comisario Gordon. Fue una de las historia que inspiró a Christopher Nolan en su aclamada versión cinematográfica de Batman.
Miller y Mazzucchelli dieron dos obras maestras y no volvieron a trabajar juntos. El primero siguió agrandando su leyenda como autor en un mundo de franquicias en serie, con títulos como Sin City y 300, y Mazzucchelli se dedicó a la enseñanza y a proyectos más personales, como la ilustración novela Ciudad de cristal, de Paul Auster, y, sobre todo, al cómic vanguardista Asterios Polyp (que se publica en octubre en la editorial Sins Entido), distinguida el mes pasado con el premio Eisner (los oscar del cómic) a la mejor novela gráfica. Sus caminos no volvieron a cruzarse pero su influyente legado conserva toda su fuerza casi un cuarto de siglo después.
2 comentarios:
"Un saludo acre de un"... bueno, eso ya lo había dicho...
Acre-sentado sea... acre, en la sentadera.
besitos acres
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