Le tocó a la academia enfrentar la dura realidad; ¿temblarán en posición fetal al no poder llegar a sus sillas, trasladarán los escritorios a la comodidad del hogar o afinarán su ojo desde la distante objetividad antropológica que los caracteriza? ¿Y yo que hago? Decía Marx que los filósofos sólo sirven para nombrar los problemas. Los nuestro parecen ser anónimos. La nomenclatura se vuelve divertimento.
(Foto: J.D. Capiello © 2006)
Corbatas
a la UPR ausente.
Corbatas estampadas de palabras
pasean por la casa de las letras
conjugando infinitivos
superlativando el adjetivo
rapiñando hojas muertas
de algún tratado fenecido
ausentado de miserias...
...de esa feria
de esa histeria
colectiva de los dioses
enclaustrados en páginas
de sueño enmohecido
...de la teoría
de lo que podría...
de toda esa sucia porquería
que se mete en la sangre
cuando piensas
que con ideas se aderezan mesas
y la frente me tropieza
mientras postergan
un positivo a la piel
llenando de deseo los bolsillos,
condonando salivas
empañetando heridas
en el ejercicio
de nombrar el cayo ajeno
decodificar el pellejito
entre los dedos
curtidos de cemento
intelectualizar el frío
de intemperie en nacimiento
a ver si de lo ajeno
sobre la brea cobran algún sentido
y me nace de las encías
una comezón por poner
tierritas con semilla
cucharitas de hambre
en el hueco de sus manos
poder ver cómo le nacen
nudillos en la garganta
poder ver si se les espanta
el algebramiento de viejo parto,
poderlos ver menstruando panecillos
henchidos
de quebranto
hacer de las corbatas
cataplasmas de suelo y llanto
mampostería de ojos
descorchar el tacto
y no entiendo
por qué me importan
¿por qué me importan tanto?
Será porque también llevo corbata,
será que ya se anuda a la garganta
o será que ya no adorna
si no la llevo salivando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario