"Yendo y viniendo el tiempo, creció la niña y el Rey decidió que ya era necesario que se casara, pero la princesa no estaba de acuerdo, y decía:
-No papacito, ni creas que me casaré nada más así; el que quiera casarse conmigo tendrá que pasar tres pruebas y si no las pasa, penará con la vida.
Con tal de casarla, el Rey mandó por todos los confines del reino heraldos que leyeran el bando en el cual se hacía saber a todos los súbditos que pretendieran la mano de la princesa, que podían ir a palacio a someterse a las tres pruebas, advirtiéndoseles que el que no las pasara, penaría con la vida".
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Muchos son los cuentos que narran la historia en que una princesa muy solicitada se sirve de tres pruebas irresolubles para evadir casamiento. En la que a mí se me contó de niño, la final de dichas tres pruebas constaba en encontrar una nueces llamadas de "Ay, ay, ay", y de las que nadie tenía noticia.
Termina la historia, para acortar el paso, con un noble carbonerito que en un saco metió varios cangrejos y, cuenta la historia que, al meter la princesa sus tersas manos y tocar los animalejos, sorprendida exclamo, "nueces", y acto seguido los "Ay, ay, ay..." se escuchaban hasta el más recóndito rincón de palacio.
Ya de grande no suelo ser tan crédulo en materia de historias sobre princesas y palacios, pero algo si les puedo confirmar, las llamadas nueces de "Ay, ay, ay", existen.
Do you want some!
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